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TENDENCIAS DEL EMPLEO FEMENINO
Reseado el 02/07/18 por prospectiva
por La Organización Internacional del Trabajo- Miércoles 7 de Marzo de 2018- Colaboracion: Adolfo Luis Ruiz
Los últimos veinte años han sido positivos para la situación de la mujer en el mundo del trabajo y para la igualdad de género en la sociedad. La cantidad actual de mujeres instruidas y que participan en el mercado laboral no tiene precedentes, y hay más conciencia de la importancia crucial de la igualdad de género en las iniciativas para reducir la pobreza e impulsar del desarrollo económico.
Prueba de esa conciencia es la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, de las Naciones Unidas, y la determinación de los líderes mundiales de «lograr el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todas las mujeres y los hombres, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad, así como la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor» (Objetivo de Desarrollo Sostenible 8, meta 8.5), y de «lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas» (Objetivo de Desarrollo Sostenible 5) para 2030. No obstante, pese al progreso logrado hasta ahora y al empeño en seguir avanzando, las perspectivas de la mujer en el mundo del trabajo distan mucho de ser iguales a las de los hombres.
El presente «avance global» examina las mejoras logradas en el decenio pasado (o la ausencia de mejoras) y evalúa las perspectivas del mercado laboral femenino analizando las desigualdades entre hombres y mujeres según una selección de indicadores estadísticos de la OIT, concretamente la participación en el mercado de trabajo, la desocupación, el empleo informal y la pobreza laboral. Indica que las mujeres no solo tienen menos probabilidades que los hombres de participar en la fuerza de trabajo, sino que, cuando lo hacen, tienen también más probabilidades de estar desempleadas u ocupadas en empleos que están al margen de la legislación laboral, la normativa en materia de seguridad social y los convenios colectivos.

Estas conclusiones complementan la obra reciente de la OIT sobre los salarios y la situación de las mujeres en el mercado laboral, pues proporcionan una evaluación cuantitativa y actualizada del alcance y la profundidad de sus desventajas y la forma en que estas evolucionarían en el futuro a nivel mundial. En el marco de su enfoque más amplio para comprender la problemática en torno a la mujer y el mundo del trabajo, la OIT va detectando muchos factores estructurales y culturales, desde la segregación por sexo en las ocupaciones y los sectores hasta la discriminación y los estereotipos de género.
Allí donde persisten los problemas y obstáculos que impiden la participación de la mujer en igualdad de condiciones, la sociedad tendrá menos capacidad para trazar una vía hacia el crecimiento económico acompañado de desarrollo social. En consecuencia, la comunidad mundial tiene ante sí uno de los retos sociales y del mercado laboral más acuciantes: subsanar las brechas entre los géneros en el mundo del trabajo.
Por detrás de esta tendencia mundial hay diferencias considerables en cuanto al acceso de la mujer al mercado laboral según el nivel de desarrollo de los países. La brecha de las tasas de participación entre mujeres y hombres está reduciéndose en los países en desarrollo y desarrollados, pero continúa ensanchándose en los países emergentes, donde desde 2009 ha trepado 0,5 puntos porcentuales hasta situarse en 30,5 puntos porcentuales en 2018. Según la proyección, esta tendencia continuará hasta 2021, pues las tasas de participación femenina irán reduciéndose con más rapidez que las de participación masculina. El aumento de la diferencia de participación indica que las mujeres de los países emergentes distan mucho de alcanzar el nivel de los hombres en cuanto a oportunidades en el mercado laboral, pero refleja también el creciente número de matriculaciones femeninas en la educación formal en estos países, factor que demora su incorporación al mercado de trabajo. La diferencia de participación en el mercado de trabajo entre mujeres y hombres es especialmente grande en África del Norte, Asia Meridional y los Estados Árabes, y no se prevén cambios en el futuro cercano, sobre todo a juzgar por el nivel sumamente bajo de las tasas de participación femenina en esas regiones. Lo preocupante de esta tendencia es que, debido a pautas culturales y de género restrictivas, las mujeres de estos países ven más limitadas sus opciones para buscar un empleo remunerado (OIT, 2017a). En cambio, en muchos países desarrollados, las tasas de participación de las mujeres gradualmente van acercándose a las de los hombres.
Al mismo tiempo, los roles de género arraigados y la discriminación en el mercado laboral siguen dificultando el acceso de la mujer a un empleo decente (OIT, 2016 y 2017a). De hecho, se espera que la tasa de desocupación femenina siga aumentando en este grupo de países (y que la masculina se mantenga estable), y, en consecuencia, que para 2021 la relación entre las tasas de desocupación hombre-mujer haya aumentado. En los países emergentes, la relación entre las tasas de desocupación hombre-mujer se corresponde con el promedio mundial, siendo de 1,2 en 2018. Sin embargo, se proyecta que esta relación será mayor en 2021, lo cual podría desalentar más la ya baja participación femenina en el mercado de trabajo en estos países.
En algunas regiones, tales como Europa Oriental y América del Norte, las mujeres registran tasas de desocupación incluso inferiores a las de los hombres. Ello refleja los esfuerzos sustanciales para lograr la paridad de género en los logros académicos y las competencias, pero la consecución de la paridad de la tasa de desocupación es también atribuible a los efectos negativos prolongados de la crisis económica de 2008, que han afectado a algunos sectores de predominio masculino –como la construcción– con más fuerza que al resto de la economía.
El menor nivel de participación femenina en la fuerza de trabajo con respecto a la masculina, las considerables diferencias de remuneración entre los géneros, la mayor probabilidad de una carrera más breve o con interrupciones, y la presencia excesiva de mujeres en el trabajo informal y vulnerable inciden negativamente en su capacidad de consolidar derechos jubilatorios en el régimen contributivo de pensiones. De hecho, estos factores contribuyen a reducir las tasas de cobertura previsional de las mujeres y el nivel de su pensión, y en última instancia aumentan más el nivel de pobreza de las mujeres en la vejez con respecto a los hombres.
, los problemas mundiales de informalidad y pobreza laboral están también arraigados (a menudo, institucional y culturalmente) en patrones de segregación sectorial y ocupacional por razón de sexo que limitan sistemáticamente las posibilidades de que la mujer pueda acceder a empleos mejores. Esto sugiere que la solución a los problemas del mercado laboral que afrontan las mujeres requerirá no solo el esfuerzo de los gobiernos, los empleadores y los sindicatos para eliminar las diferencias en el mercado de trabajo, sino también iniciativas que eliminen las exigencias desiguales que pesan sobre las mujeres. Así pues, para reducir las brechas entre los géneros en el mercado laboral se habrán de adoptar medidas integrales formuladas específicamente para las mujeres (en reconocimiento de sus muy diversas circunstancias), que en última instancia contribuirán al bienestar de la sociedad (OIT, 2016 y 2017a).

En los países en desarrollo y emergentes, sigue sin resolver la cuestión de impulsar la transición del empleo informal al empleo formal, en particular entre las mujeres rurales del sector agrícola. Promover la diversificación de la economía, tanto en las actividades agrícolas como no agrícolas, contribuirá a lograr un mayor nivel de formalización y al mismo tiempo reducirá la incidencia de la pobreza laboral gracias a la diversificación de los ingresos. Para respaldar la transición de las mujeres a empleos dignos es vital seguir impulsando la matriculación femenina en la educación formal, la formación profesional y los programas de iniciativa empresarial. Al mismo tiempo, hay mucho margen para mejorar el alcance y la efectividad de las políticas públicas de asistencia a la familia mediante la ampliación de la cobertura de servicios relacionados con la infancia y el fomento de un reparto más parejo de las responsabilidades familiares entre los miembros de la familia (y posiblemente de las comunidades locales)?.

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