La nueva revolución de las máquinas
Reseado el 01/11/16 por prospectiva
La inteligencia artificial está cambiando el mundo: ¿oportunidad o peligro?
LA NACION31 Oct 2016Traducción de Gabriel Zadunaisky
LA NACION31 Oct 2016Traducción de Gabriel Zadunaisky
Hay algo familiar en los temores de que nuevas máquinas eliminarán el empleo de todos, beneficiando a unos pocos escogidos y creando el caos en la sociedad. Esas preocupaciones provocaron furiosas discusiones hace dos siglos cuando la industrialización se impuso en Gran Bretaña. La gente por entonces no hablaba de una “revolución industrial”, sino de la “cuestión de la maquinaria”. Planteada por primera vez por el economista David Ricardo en 1821, el dilema concernía a “la influencia de la maquinaria en los intereses de las distintas clases de la sociedad” y en particular la “opinión de la clase trabajadora de que el empleo de maquinaria a menudo va en detrimento de sus intereses”. Thomas Carlyle, que escribía en 1839, se despachó contra el “demonio del mecanicismo” cuyo poder perturbador era responsable de “desplazar a multitudes enteras de trabajadores”.
Hoy la cuestión de la maquinaria ha vuelto redoblada, en una nueva forma. Tecnólogos, economistas y filósofos ahora debaten las implicancias de la Inteligencia Artificial (IA), una tecnología en rápido cambio que permite a las máquinas realizar tareas que previamente sólo podían cumplir los seres humanos.
Su impacto podría ser profundo. Amenaza a trabajadores cuyos oficios habían sido imposibles de automatizar, desde el de radiólogo hasta el de los empleados de la justicia.
Un estudio ampliamente citado de Carl Benedikt Frey y Michael Osborne, de la Universidad de Oxford, publicado en 2013, concluyó que el 47% de los empleos en Estados Unidos están en gran riesgo de ser “sustituidos por capital computacional” en el corto plazo.
Más recientemente, el Bank of America Merrill Lynch predijo que para 2025 el “impacto anual creador de conmociones” de la IA podría equivaler a entre US$ 14 y 33 billones, dentro de los cuales se incluye una reducción de US$ 9 billones en costos de empleo gracias a la automatización de trabajo del conocimiento facilitado por la IA; reducciones de costos de US$ 8 billones en manufactura y salud y de US$ 2 billones en avances de la eficiencia con el despliegue de coches autoconducidos y drones.
El centro de estudios McKinsey Global Institute dice que la IA está contribuyendo a una transformación de la sociedad “que se da diez veces más rápido y a una escala de 300 veces o de aproximadamente 3000 veces el impacto” de la Revolución Industrial.
Tal como sucedía hace dos siglos, muchos temen que las máquinas dejarán sin empleo a millones de trabajadores y causarán desigualdad y conmociones.
A Martin Ford, el autor de dos libros de gran venta sobre los peligros de la automatización, le preocupa que desaparezcan empleos de clase media, cese la movilidad económica y una plutocracia rica se “encierre en comunidades amuralladas o en ciudades de elite, quizá custodiadas por robots y drones militares autónomos”.
Otros temen que la IA represente una amenaza existencial para la humanidad, porque computadoras súper inteligentes podrían no compartir las metas de la humanidad y podrían volverse contra sus creadores. Tales preocupaciones han sido expresadas, entre otros, por Stephen Hawking, un físico, y de modo más sorprendente por Elon Musk, un empresario de tecnología multimillonario que fundó SpaceX, una compañía de cohetería, y Tesla, una fábrica de autos eléctricos. Haciéndose eco de Carlyle, Musk alerta que “con la inteligencia artificial estamos convocando al demonio”. Sus vehículos Tesla usan lo último en tecnología de IA para autoconducirse, pero Musk está preocupado por un futuro amo de la IA que se vuelva demasiado poderoso como para ser controlado por los seres humanos. “Eso está bien si el emperador es Marco Aurelio, pero no es tan bueno si es Calígula”, advierte.
Avances asombrosos
Tales preocupaciones han sido alentadas por avances recientes asombrosos en la IA, un campo que fue notorio por mucho tiempo por no cumplir con su promesa.
“En el último par de años ha explotado completamente”, dice Demis Hassabis, el jefe y cofundador de DeepMind, una startup de IA comprada por Google en 2014 por US$ 400 millones. Este año el siste-
ma AlphaGo de su firma derrotó a Lee Sedol, uno de los mejores jugadores del mundo de Go, un juego de mesa tan complejo que no se esperaba que las computadoras pudieran dominarlo antes de que pasara otra década. “Yo fui escéptico por mucho tiempo, pero ahora el avance es real. Los resultados son reales. Funciona”, dice Marc Andreessen, de Andreessen Horowitz, una firma de capital de riesgo de Silicon Valley.
En particular una técnica de IA llamada “aprendizaje profundo”, que permite a los sistemas aprender y mejorar sobre la base de muchos ejemplos en vez de con una programación explícita, ya se usa para motores de búsqueda de Internet, para bloquear spam, sugerir respuestas a correos electrónicos, traducir páginas web, reconocer comandos de voz, detectar fraudes con tarjetas de crédito y manejar coches autoconducidos.
“Esto es importante”, dice Jen Hsun Hsuang, CEO de Nvidia, una firma cuyos chips son la base de muchos sistemas de IA. “En vez de gente que escribe software, tenemos datos que escriben software.”
Máxima competencia
Donde unos ven peligros, otros ven oportunidades. Los inversores vienen en masa a este campo. Gigantes de la tecnología están comprando startups de IA y compitiendo por atraer los mejores investigadores del sector académico.
En 2015 se gastó la cifra récord de US$ 8500 millones en compañías de IA, casi cuatro veces la cantidad que en 2010, según la compañía de análisis de datos Quid. El número de rondas de inversión de compañías de IA en 2015 representó un aumento del 16% respecto de un año antes, cuando la cifra declinó el 3% para todo el sector de tecnología, dice Nathan Benaich, de Playfair Capital, un fondo que tiene el 25% de su cartera dedicado a la IA.
En vez de decir “esto es el Uber del sector X”, ahora se habla de que es el “sector X más IA” como el modelo de negocios para startups. Google, Facebook, IBM, Amazon y Microsoft están intentando establecer ecosistemas en torno a servicios de IA desde la Nube. “Esta tecnología se aplicará en todas las industrias que tengan datos, cualquier cosa, desde genes pasando por imágenes hasta lenguaje”, dice Richard Socher, fundador de MetaMind, una startup de IA recientemente adquirida al gigante de la computación en la Nube Salesforce. “La IA estará en todas partes.”
¿Qué significará eso? Este informe especial examinará el auge de esta nueva tecnología, explorará su impacto potencial sobre el empleo, la educación y la política y considerará sus implicancias éticas y normativas. También considerará las lecciones que pueden aprenderse de la respuesta original a la cuestión de la maquinaria.
La IA provoca temor y entusiasmo en igual medida y plantea muchos interrogantes. Pero vale la pena recordar que muchas de esas preguntas han sido planteadas y respondidas antes. La cuestión original de la maquinaria que parecía tan vital y urgente eventualmente se resolvió sola. Pese a los temores expresados por David Ricardo, entre otros, de que la “sustitución del trabajo humano por maquinaria (…) puede hacer que la población resulte redundante”, el efecto general de la mecanización resultó ser la creación de empleo a escala sin precedentes.
Las máquinas permitieron que los trabajadores individuales produjeran más, lo que redujo el precio de muchos productos, aumentó la demanda y generó la necesidad de más trabajadores. Se crearon nuevos trabajos para supervisar las máquinas. Al crecer, las compañías requirieron gerentes, contadores y más personal de apoyo. Y nuevas industrias, inimaginadas, surgieron con la llegada de los ferrocarriles, la telegrafía y la electrificación.
Sin duda, todo esto llevó su tiempo. La industrialización causó conmociones generalizadas en el mercado laboral al desaparecer algunos empleos, otros cambiaron hasta el punto de ser irreconocibles y surgieron muchos completamente nuevos. Las condiciones en las fábricas eran duras y el crecimiento económico tardó varias décadas en reflejarse en aumentos salariales, demora que se conoce como la “pausa de Engels”.
Las preocupaciones por el desempleo abrieron paso a un debate mucho más amplio acerca de las condiciones de empleo, lo que alimentó el auge de las ideas socialistas y comunistas y creó el movimiento obrero moderno. Para fines del siglo XIX la cuestión de la maquinaria había desaparecido porque la respuesta era demasiado obvia. En 1896, el economista estadounidense Arhtur Hadley articuló el punto de vista de aquel tiempo cuando observó que, en vez de destruir empleos, la mecanización había generado “un incremento conspicuo del empleo en aquellas líneas en las que las mejoras de la maquinaria han sido mayores”.
¿Qué nos dice todo esto hoy? Las analogías históricas nunca son perfectas, pero pueden ser informativas. La inteligencia artificial está generando muchas de las preocupaciones que produjo la mecanización hace dos siglos. La experiencia de la industrialización del siglo XIX sugiere que, en vez de destruirse, se redefinirán empleos, que surgirán nuevas industrias, que se transformarán el trabajo y el ocio, que los sistemas educativo y de bienestar tendrán que cambiar y que habrá consecuencias geopolíticas y normativas.
En muchos sentidos, los dos grandes debates sobre la IA –si destruirá empleo y si puede destruir a la humanidad– son en realidad discusiones sobre el ritmo del cambio. Si usted cree que la IA está avanzando tan rápido que la inteligencia artificial general de nivel humano (IAG) está a la vuelta de la esquina, usted será más proclive a preocuparse por la posibilidad de pérdidas de empleo inesperadas y generalizadas, y la posibilidad de que la tecnología de pronto se salga de control. Pero parece más probable que la IA mejore a ritmo sostenido y que su impacto en la próxima década o dos, aunque significativo, no sea de la misma escala que el cambio de una economía principalmente agropecuaria a una economía industrial.
Es probable que la IAG esté a un par de décadas por delante, quizá más, por lo que el debate acerca de lo que podrá o no hacer y cómo debe responder la sociedad es por completo teórico aún. Este informe especial por tanto se ha centrado en los efectos prácticos de la IA en el plazo más cercano. Es probable que se dé una ampliación y aceleración de la penetración de las computadoras en el lugar de trabajo y en la vida cotidiana, requiriendo que la gente actualice sus capacidades más rápido y de modo más frecuente que en este momento. Eso debería ser totalmente posible siempre que se actualice y se hagan más flexibles los sistemas educativos, cosa que está empezando a suceder.
Hasta ahora el debate ha estado dominado por las posibilidades de pérdidas masivas del empleo y IA descontroladas. Los escenarios más positivos, en los que la IA cambia dramáticamente al mundo para mejor, tienden a atraer menos atención. Por lo que aquí van tres ejemplos. Primero, la IA podría transformar el transporte y la vida urbana, comenzando por los vehículos autoconducidos. La capacidad de llamar un vehículo a voluntad podría eliminar la necesidad de poseer un auto, lo que reduciría notablemente el número de vehículos en los caminos y eliminaría los accidentes fatales en las calles. Los ambientes urbanos disfrutarán de un renacimiento al declinar la polución y reasignarse el espacio actualmente dedicado al estacionamiento a parques, vivienda y bicisendas.
Segundo, la IA pronto podría permitir a la gente conversar con una amplia variedad de cosas: lo más obvio, con sus hogares y sus autos, así como la gente habla con una computadora en Viaje a las Estrellas, pero también con avatares IA de compañías y otras organizaciones y con servicios de información, asesores y tutores de IA. Ya hay una cantidad de asistentes personales sobre la base de IA tales como Alexa, Cortana, Siri y Viv, que disputan el espacio y podrían convertirse en un importante modo nuevo de interacción con computadoras y de acceder a información, como lo fueron hasta ahora el navegador de la Red y la pantalla táctil. Hablar por sí solo no es siempre la mejor manera de interactuar con una computadora, por lo que irá acompañado de gráficos (quizás en la forma de imágenes de “realidad aumentada” superpuestas a la visión de la gente). La IA tiene enorme potencial en cuanto a ayudar a los seres humanos a hablar entre sí a partir de la traducción en tiempo real entre personas que hablen distintos idiomas. Ya existen versiones básicas de esta tecnología que mejorarán.
Ayuda a la investigación
Tercero, la IA podría tener gran incidencia en el impulso a la investigación científica y médica. “Lo que más me entusiasma es usar la IA para ayudar a acelerar los avances científicos”, dice Demis Hassabis, de DeepMind. La IA podría actuar como un asistente de investigación incansable, calcula, en campos que van desde el estudio del cáncer hasta el cambio climático, ayudando a resolver problemas al estudiar datos, leer miles de trabajos científicos y sugiriendo hipótesis o señalando correlaciones que valdría la pena investigar. IBM ya está trabajando en esta área usando su tecnología de IA, Watson, para analizar grandes volúmenes de datos médicos. El aprendizaje profundo se usará para examinar datos del proyecto “100.000 genomas” ahora en curso en el Servicio Nacional de Salud de Inglaterra; las mismas técnicas pueden ayudar a físicos a estudiar cantidades de datos de los colisionadores de partículas en busca de nuevos descubrimientos.
Luego de años de frustración por el lento avance de la IA, es paradójico que muchos ahora piensen que avanza demasiado rápido. Pero un análisis sobrio sugiere que la IA debe ser algo bienvenido y no temido. En la década de 1840, John Stuart Mill escribió que “las pruebas de que los trabajadores se benefician en última instancia con las invenciones mecánicas (…) se demostrarán concluyentes”. Un futuro economista podría decir lo mismo de los beneficios de la IA. Y no sólo para los trabajadores, sino para todos.© The Economist
Según Elon Musk "con la inteligencia artificial estamos convocando al demonio."
Hoy la cuestión de la maquinaria ha vuelto redoblada, en una nueva forma. Tecnólogos, economistas y filósofos ahora debaten las implicancias de la Inteligencia Artificial (IA), una tecnología en rápido cambio que permite a las máquinas realizar tareas que previamente sólo podían cumplir los seres humanos.
Su impacto podría ser profundo. Amenaza a trabajadores cuyos oficios habían sido imposibles de automatizar, desde el de radiólogo hasta el de los empleados de la justicia.
Un estudio ampliamente citado de Carl Benedikt Frey y Michael Osborne, de la Universidad de Oxford, publicado en 2013, concluyó que el 47% de los empleos en Estados Unidos están en gran riesgo de ser “sustituidos por capital computacional” en el corto plazo.
Más recientemente, el Bank of America Merrill Lynch predijo que para 2025 el “impacto anual creador de conmociones” de la IA podría equivaler a entre US$ 14 y 33 billones, dentro de los cuales se incluye una reducción de US$ 9 billones en costos de empleo gracias a la automatización de trabajo del conocimiento facilitado por la IA; reducciones de costos de US$ 8 billones en manufactura y salud y de US$ 2 billones en avances de la eficiencia con el despliegue de coches autoconducidos y drones.
El centro de estudios McKinsey Global Institute dice que la IA está contribuyendo a una transformación de la sociedad “que se da diez veces más rápido y a una escala de 300 veces o de aproximadamente 3000 veces el impacto” de la Revolución Industrial.
Tal como sucedía hace dos siglos, muchos temen que las máquinas dejarán sin empleo a millones de trabajadores y causarán desigualdad y conmociones.
A Martin Ford, el autor de dos libros de gran venta sobre los peligros de la automatización, le preocupa que desaparezcan empleos de clase media, cese la movilidad económica y una plutocracia rica se “encierre en comunidades amuralladas o en ciudades de elite, quizá custodiadas por robots y drones militares autónomos”.
Otros temen que la IA represente una amenaza existencial para la humanidad, porque computadoras súper inteligentes podrían no compartir las metas de la humanidad y podrían volverse contra sus creadores. Tales preocupaciones han sido expresadas, entre otros, por Stephen Hawking, un físico, y de modo más sorprendente por Elon Musk, un empresario de tecnología multimillonario que fundó SpaceX, una compañía de cohetería, y Tesla, una fábrica de autos eléctricos. Haciéndose eco de Carlyle, Musk alerta que “con la inteligencia artificial estamos convocando al demonio”. Sus vehículos Tesla usan lo último en tecnología de IA para autoconducirse, pero Musk está preocupado por un futuro amo de la IA que se vuelva demasiado poderoso como para ser controlado por los seres humanos. “Eso está bien si el emperador es Marco Aurelio, pero no es tan bueno si es Calígula”, advierte.
Avances asombrosos
Tales preocupaciones han sido alentadas por avances recientes asombrosos en la IA, un campo que fue notorio por mucho tiempo por no cumplir con su promesa.
“En el último par de años ha explotado completamente”, dice Demis Hassabis, el jefe y cofundador de DeepMind, una startup de IA comprada por Google en 2014 por US$ 400 millones. Este año el siste-
ma AlphaGo de su firma derrotó a Lee Sedol, uno de los mejores jugadores del mundo de Go, un juego de mesa tan complejo que no se esperaba que las computadoras pudieran dominarlo antes de que pasara otra década. “Yo fui escéptico por mucho tiempo, pero ahora el avance es real. Los resultados son reales. Funciona”, dice Marc Andreessen, de Andreessen Horowitz, una firma de capital de riesgo de Silicon Valley.
En particular una técnica de IA llamada “aprendizaje profundo”, que permite a los sistemas aprender y mejorar sobre la base de muchos ejemplos en vez de con una programación explícita, ya se usa para motores de búsqueda de Internet, para bloquear spam, sugerir respuestas a correos electrónicos, traducir páginas web, reconocer comandos de voz, detectar fraudes con tarjetas de crédito y manejar coches autoconducidos.
“Esto es importante”, dice Jen Hsun Hsuang, CEO de Nvidia, una firma cuyos chips son la base de muchos sistemas de IA. “En vez de gente que escribe software, tenemos datos que escriben software.”
Máxima competencia
Donde unos ven peligros, otros ven oportunidades. Los inversores vienen en masa a este campo. Gigantes de la tecnología están comprando startups de IA y compitiendo por atraer los mejores investigadores del sector académico.
En 2015 se gastó la cifra récord de US$ 8500 millones en compañías de IA, casi cuatro veces la cantidad que en 2010, según la compañía de análisis de datos Quid. El número de rondas de inversión de compañías de IA en 2015 representó un aumento del 16% respecto de un año antes, cuando la cifra declinó el 3% para todo el sector de tecnología, dice Nathan Benaich, de Playfair Capital, un fondo que tiene el 25% de su cartera dedicado a la IA.
En vez de decir “esto es el Uber del sector X”, ahora se habla de que es el “sector X más IA” como el modelo de negocios para startups. Google, Facebook, IBM, Amazon y Microsoft están intentando establecer ecosistemas en torno a servicios de IA desde la Nube. “Esta tecnología se aplicará en todas las industrias que tengan datos, cualquier cosa, desde genes pasando por imágenes hasta lenguaje”, dice Richard Socher, fundador de MetaMind, una startup de IA recientemente adquirida al gigante de la computación en la Nube Salesforce. “La IA estará en todas partes.”
¿Qué significará eso? Este informe especial examinará el auge de esta nueva tecnología, explorará su impacto potencial sobre el empleo, la educación y la política y considerará sus implicancias éticas y normativas. También considerará las lecciones que pueden aprenderse de la respuesta original a la cuestión de la maquinaria.
La IA provoca temor y entusiasmo en igual medida y plantea muchos interrogantes. Pero vale la pena recordar que muchas de esas preguntas han sido planteadas y respondidas antes. La cuestión original de la maquinaria que parecía tan vital y urgente eventualmente se resolvió sola. Pese a los temores expresados por David Ricardo, entre otros, de que la “sustitución del trabajo humano por maquinaria (…) puede hacer que la población resulte redundante”, el efecto general de la mecanización resultó ser la creación de empleo a escala sin precedentes.
Las máquinas permitieron que los trabajadores individuales produjeran más, lo que redujo el precio de muchos productos, aumentó la demanda y generó la necesidad de más trabajadores. Se crearon nuevos trabajos para supervisar las máquinas. Al crecer, las compañías requirieron gerentes, contadores y más personal de apoyo. Y nuevas industrias, inimaginadas, surgieron con la llegada de los ferrocarriles, la telegrafía y la electrificación.
Sin duda, todo esto llevó su tiempo. La industrialización causó conmociones generalizadas en el mercado laboral al desaparecer algunos empleos, otros cambiaron hasta el punto de ser irreconocibles y surgieron muchos completamente nuevos. Las condiciones en las fábricas eran duras y el crecimiento económico tardó varias décadas en reflejarse en aumentos salariales, demora que se conoce como la “pausa de Engels”.
Las preocupaciones por el desempleo abrieron paso a un debate mucho más amplio acerca de las condiciones de empleo, lo que alimentó el auge de las ideas socialistas y comunistas y creó el movimiento obrero moderno. Para fines del siglo XIX la cuestión de la maquinaria había desaparecido porque la respuesta era demasiado obvia. En 1896, el economista estadounidense Arhtur Hadley articuló el punto de vista de aquel tiempo cuando observó que, en vez de destruir empleos, la mecanización había generado “un incremento conspicuo del empleo en aquellas líneas en las que las mejoras de la maquinaria han sido mayores”.
¿Qué nos dice todo esto hoy? Las analogías históricas nunca son perfectas, pero pueden ser informativas. La inteligencia artificial está generando muchas de las preocupaciones que produjo la mecanización hace dos siglos. La experiencia de la industrialización del siglo XIX sugiere que, en vez de destruirse, se redefinirán empleos, que surgirán nuevas industrias, que se transformarán el trabajo y el ocio, que los sistemas educativo y de bienestar tendrán que cambiar y que habrá consecuencias geopolíticas y normativas.
En muchos sentidos, los dos grandes debates sobre la IA –si destruirá empleo y si puede destruir a la humanidad– son en realidad discusiones sobre el ritmo del cambio. Si usted cree que la IA está avanzando tan rápido que la inteligencia artificial general de nivel humano (IAG) está a la vuelta de la esquina, usted será más proclive a preocuparse por la posibilidad de pérdidas de empleo inesperadas y generalizadas, y la posibilidad de que la tecnología de pronto se salga de control. Pero parece más probable que la IA mejore a ritmo sostenido y que su impacto en la próxima década o dos, aunque significativo, no sea de la misma escala que el cambio de una economía principalmente agropecuaria a una economía industrial.
Es probable que la IAG esté a un par de décadas por delante, quizá más, por lo que el debate acerca de lo que podrá o no hacer y cómo debe responder la sociedad es por completo teórico aún. Este informe especial por tanto se ha centrado en los efectos prácticos de la IA en el plazo más cercano. Es probable que se dé una ampliación y aceleración de la penetración de las computadoras en el lugar de trabajo y en la vida cotidiana, requiriendo que la gente actualice sus capacidades más rápido y de modo más frecuente que en este momento. Eso debería ser totalmente posible siempre que se actualice y se hagan más flexibles los sistemas educativos, cosa que está empezando a suceder.
Hasta ahora el debate ha estado dominado por las posibilidades de pérdidas masivas del empleo y IA descontroladas. Los escenarios más positivos, en los que la IA cambia dramáticamente al mundo para mejor, tienden a atraer menos atención. Por lo que aquí van tres ejemplos. Primero, la IA podría transformar el transporte y la vida urbana, comenzando por los vehículos autoconducidos. La capacidad de llamar un vehículo a voluntad podría eliminar la necesidad de poseer un auto, lo que reduciría notablemente el número de vehículos en los caminos y eliminaría los accidentes fatales en las calles. Los ambientes urbanos disfrutarán de un renacimiento al declinar la polución y reasignarse el espacio actualmente dedicado al estacionamiento a parques, vivienda y bicisendas.
Segundo, la IA pronto podría permitir a la gente conversar con una amplia variedad de cosas: lo más obvio, con sus hogares y sus autos, así como la gente habla con una computadora en Viaje a las Estrellas, pero también con avatares IA de compañías y otras organizaciones y con servicios de información, asesores y tutores de IA. Ya hay una cantidad de asistentes personales sobre la base de IA tales como Alexa, Cortana, Siri y Viv, que disputan el espacio y podrían convertirse en un importante modo nuevo de interacción con computadoras y de acceder a información, como lo fueron hasta ahora el navegador de la Red y la pantalla táctil. Hablar por sí solo no es siempre la mejor manera de interactuar con una computadora, por lo que irá acompañado de gráficos (quizás en la forma de imágenes de “realidad aumentada” superpuestas a la visión de la gente). La IA tiene enorme potencial en cuanto a ayudar a los seres humanos a hablar entre sí a partir de la traducción en tiempo real entre personas que hablen distintos idiomas. Ya existen versiones básicas de esta tecnología que mejorarán.
Ayuda a la investigación
Tercero, la IA podría tener gran incidencia en el impulso a la investigación científica y médica. “Lo que más me entusiasma es usar la IA para ayudar a acelerar los avances científicos”, dice Demis Hassabis, de DeepMind. La IA podría actuar como un asistente de investigación incansable, calcula, en campos que van desde el estudio del cáncer hasta el cambio climático, ayudando a resolver problemas al estudiar datos, leer miles de trabajos científicos y sugiriendo hipótesis o señalando correlaciones que valdría la pena investigar. IBM ya está trabajando en esta área usando su tecnología de IA, Watson, para analizar grandes volúmenes de datos médicos. El aprendizaje profundo se usará para examinar datos del proyecto “100.000 genomas” ahora en curso en el Servicio Nacional de Salud de Inglaterra; las mismas técnicas pueden ayudar a físicos a estudiar cantidades de datos de los colisionadores de partículas en busca de nuevos descubrimientos.
Luego de años de frustración por el lento avance de la IA, es paradójico que muchos ahora piensen que avanza demasiado rápido. Pero un análisis sobrio sugiere que la IA debe ser algo bienvenido y no temido. En la década de 1840, John Stuart Mill escribió que “las pruebas de que los trabajadores se benefician en última instancia con las invenciones mecánicas (…) se demostrarán concluyentes”. Un futuro economista podría decir lo mismo de los beneficios de la IA. Y no sólo para los trabajadores, sino para todos.© The Economist
Según Elon Musk "con la inteligencia artificial estamos convocando al demonio."