El futuro mostrará la emergencia de una suerte de humanidad paralela –las máquinas– destinadas a administrar el siglo XXI?
Reseado el 19/11/13 por prospectiva
Eric Sadin analiza en su obra, y en esta nota, las relaciones entre el individuo, la sociedad, los datos, los programas, los iPhones o los smartphones, los grandes sistemas que deciden por sí solos y la amenaza de los Data Center.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Nuestro tiempo instaura una relación con la técnica que ya no está prioritariamente fundada como una potencia mecánica superior y más resistente que la de nuestro cuerpo, sino como una potencia cognitiva en parte superior a la nuestra. Hay robots inmateriales “inteligentes” que colectan masas abismales de datos, las interpretan a la velocidad de la luz al tiempo que son capaces de sugerir soluciones supuestamente más pertinentes, e incluso de actuar en lugar nuestro, como ocurre con el trading algorítmico, por ejemplo.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Nuestro tiempo instaura una relación con la técnica que ya no está prioritariamente fundada como una potencia mecánica superior y más resistente que la de nuestro cuerpo, sino como una potencia cognitiva en parte superior a la nuestra. Hay robots inmateriales “inteligentes” que colectan masas abismales de datos, las interpretan a la velocidad de la luz al tiempo que son capaces de sugerir soluciones supuestamente más pertinentes, e incluso de actuar en lugar nuestro, como ocurre con el trading algorítmico, por ejemplo.
Desde el Renacimiento, nuestro potencial humano se fundó sobre la primacía humana constituida por la facultad de juzgar, la facultad de decisión y, por consiguiente, de la responsabilidad individual que funda el principio de la Ley. La asistencia de las existencias por sistemas “inteligentes”, además de que representa una evolución cognitiva, redefine de facto la figura de lo humano como amo de su destino en beneficio de una delegación progresiva de nuestros actos concedida a los sistemas. Una creación humana, las tecnologías digitales, contribuyen paradójicamente a debilitar lo que es propio al ser humano, o sea, la capacidad de decidir conscientemente sobre todas las cosas. Esta dimensión en curso se amplificará en los próximos años.
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